lunes, 11 de julio de 2011

La (anti)privacidad que nos acecha

¡De lo que me he enterado en Facebook! De amoríos y desiluciones, de líos familiares, amores platónicos y confesiones de índole sexual.
¡La de fotos que he visto! Momentos apasionados, incidentes inesperados y perdí la cuenta de las que muestran más piel de lo que el ojo necesita ver.
El ciberespacio es, en teoría, un conjunto de actividades digitales almacenadas automáticamente y cada minuto que pasa se convierte en una inminente amenaza para el significado más básico de la noción de privacidad.
Lo que hacemos en nuestra casa -entre paredes de cemento- se supone privado, como también los documentos escritos que se envían por correo, de ahí el uso de un sobre. Pero la privacidad en el espacio físico nada tiene que ver con la que se promueve en la escena digital. Una generación entera está creciendo al ritmo de las redes sociales, con la costumbre de desplegar información personal para que sus amigos la vean.
Privacidad no significa lo mismo para ti y para mí, claro está, pero en lo que todos podemos estar de acuerdo es en que cada vez nos mostramos más dispuestos a divulgar información personal -fotos, fecha de cumpleanos, ciudad natal, dirección de correo electrónico, número de teléfono y por ahí puedes seguir enumerando- sin detenernos a razonar porqué.
"La gente dice que su privacidad es importante, pero se comporta de tal forma que se hace evidente la falta de preocupación por ella", dice Alessandro Acquisti, profesor de gestión política, como parte de un análisis al respecto. "Uno de los factores para esto puede ser el efecto manada". Un estudió revela que las personas divulgan información cuando ven a otras haciendo lo mismo.
 Si en nuestra casa y trabajo protegemos nuestra privacidad, ¿qué será lo que ocurre cuando se cruza la frontera con el espacio cibernético? La tecnología y la sociedad, cuando están juntas, borran ciertas líneas entre los conceptos básicos que antes moldeaban la cotidianidad. ¿Qué te hace pensar que a los Otros les interesa saber todo lo que piensas y haces? ¿Cómo cobra auge ese afán por mostrarnos a cada instante de una forma tan reveladora?
Mientras surgen respuestas a tales interrogantes -si es que en algún momento eso ocurre- les comparto la que ofrece Bauman (2007) en su libro Vida de consumo: las personas exponen con entusiasmo sus atributos con la esperanza de llamar la atención y, quizás, ganar algo de ese reconocimiento y esa aprobación que les permitiría seguir en el juego de la socialización; estando dispuestos a promocionar y a poner en venta el producto que son en sí ellos mismos. Son, de forma simultánea, los productores del producto y el producto que promueven. Son, al mismo tiempo, encargados de la mercancía, vendedor ambulante y artículo en venta.

Esa afirmación, al menos por ahora, me contesta mucho.

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